28/6/07

Dos miradas a la planificación de espacios públicos en Santiago.

El instinto gregario de las personas las insta en algún momento a reunirse en comunidad, sin embargo, la ciudad contemporánea cada vez deja más de tener ese carácter integrador y va relegando al habitante hacia las veredas a favor del automóvil. Un ejemplo extremo de esto son las autopistas urbanas.


Hace un tiempo, un libro publicado en Francia por una serie de arquitectos y urbanistas, definía el espacio público como ordenación, desarrollo y gestión; un espacio donde se pretende hacer de la ciudad un lugar de intercambio. Una definición que suena algo utópica al observar el modo en que se han pensado algunos de los espacios públicos actuales, empezando por algo tan elemental como son las veredas en algunos barrios. Algunas son tan estrechas que resulta imposible ser usadas por dos personas a la vez, porque en ella hay árboles, están instaladas algunas señales de tránsito, además de los postes del tendido eléctrico. Ésta realidad está muy lejana de la medida ideal de 5,50m de una vereda.


Sin embargo, la falta de espacio no implica la falta de lugar público, ya que por ejemplo en la vivienda social al no haber espacio suficiente, el habitar de ésta se desborda hacia la calle, haciendo de ella su patio. Se hace del pasaje la plaza de reunión, donde ocurre el “intercambio de vivencias” de las dueñas de casa y donde los niños juegan, tal como en la célebre Vecindad del Chavo.


Para que hablar cuando en el barrio hay una cancha de fútbol. Es increíble como un lugar que no es más que un espacio abierto, casi sin equipamiento, tenga una capacidad tan grande para congregar a los habitantes, generar una infinidad de actos, y hasta despertar encendidas peleas en torno a los partidos de fútbol.


Si nos ponemos a analizar, espacios como estos son muy potentes de desarrollar, ya que teniendo la gran cantidad de actos mencionada, se pueden hacer proyectos muy completos que devolverían el espacio perdido de las viviendas con menos recursos.

Las canchas de fútbol de barrio, un ejemplo de espacio público construido por los actos más que arquitectónicamente.


El desarrollo de este tipo de espacios puede solucionar problemas sociales de fondo, como drogadicción y delincuencia juvenil, ya que alrededor de ellos se podrían pensar escuelas de fútbol o de deportes en general. En definitiva, espacios efectivos para el ocio y la recreación.


Pero por otro lado, si nos detenemos a mirar en los estratos sociales más altos, nos encontramos con que los espacios públicos son discriminadores, su carácter no es invitante y se encuentran disgregados. Peor aun, se pierden los espacios públicos al momento de construir edificios que sólo miran hacia arriba.


Cuando es eliminado el basamento de un edificio, resulta muy negativo para la generación de espacios públicos, porque cuando se busca el predominio y la monumentalidad, elevándose directamente desde el piso urbano, se rompe la continuidad de las fachadas y no se contiene el espacio peatonal, se forman tremendas ventoleras y la vida en la calle se torna inhóspita.


Ahora bien, muchas veces hay intentos en dichos edificios de hacer espacios públicos en el primer piso, pero esto es “público” entre comillas, ya que aparte de no ser un espacio abierto, siempre hay un guardia o un conserje mirando feo.


Pero, ¿por qué entrar? En algunos edificios hacen exposiciones de arte y cosas por el estilo…sin embargo, ¿podemos considerar este espacio como público si, en algunos casos, hay que cruzar un puente? Es difícil entender la intención de un arquitecto que le da voluntad de espacio público al hall de su edificio, el cual llega hasta la vereda misma. Si tenemos en cuenta que estos son edificios de oficinas ¿qué posibilidad tengo de salir a la hora de almuerzo del edificio a relajarme un poco?

“Sanhattan” en Providencia. Lleno de edificios corporativos que se alzan como un alarido por ser mas grandes y generan un espacio público mas que cuestionable.


Si el edificio, además, cuenta con espacios interiores, menos posibilidades tengo de bajar a la calle a tomarme un café y conocer a la secretaria que trabaja en el edificio del frente.


Al momento de diseñar nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza si pensáramos en habitar el espacio público y proyectarlo de manera integrada, de modo que se formaran circuitos y recorridos, donde exista un real intercambio de actos, en el cual los sucesos se vayan superponiendo, armando una real experiencia vivencial del contexto de la calle.


A fin de cuentas, el gran problema es la discontinuidad de estos espacios, por lo que la solución sería armar el espacio público, equiparlo y darle calidad de tal. Como hemos mencionado anteriormente, planificar de modo que los espacios de reunión se conecten entre sí mediante, tal vez, paseos peatonales, con lugares para el arte y la recreación; a fin de cuentas, promover la vida de la calle, después de todo, así se hace ciudad.

27/6/07

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